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martes, 28 de diciembre de 2010

Notas sobre el Anarquismo Noam Chomsky


NOTAS SOBRE EL ANARQUISMO
NOAM CHOMSKY



Un escritor francés simpatizante del anarquismo escribió en la década de 1890 que “el anarquismo tiene espaldas muy anchas, y lo aguanta todo, igual que el papel”, incluyendo –señalaba– a aquellos adeptos cuyos actos son de tal naturaleza que “ni siquiera un enemigo mortal del anarquismo hubiera podido hacerlo mejor”1. Han existido muchas clases de pensamiento y de actividad a las que se ha aplicado el calificativo de “anarquistas”. El intento de encerrar todas estas tendencias conflictivas en alguna teoría o ideología general estaría condenado al fracaso. E incluso si procedemos a extraer de la historia del pensamiento libertario una tradición viva y en desarrollo, como hace Daniel Guérin en su obra El anarquismo, sigue siendo difícil formular sus doctrinas como una teoría específica y determinada de la sociedad y del cambio social. El historiador anarquista Rudolf Rocker, que presenta una concepción sistemática del desarrollo del pensamiento anarquista hacia el anarcosindicalismo, según una línea comparable a la de la obra de Guérin, pone las cosas en su punto al escribir que el anarquismo no es un sistema fijo y encerrado en sí mismo, sino más bien una tendencia definida en el desarrollo histórico de la humanidad que, en contraste con el tutelaje intelectual de todas las instituciones clericales y gubernamentales, se esfuerza por impulsar el libre desarrollo sin trabas de todas las fuerzas individuales y sociales de la vida. Incluso la libertad es sólo un concepto relativo y no absoluto, puesto que tiende constantemente a ensancharse cada vez más y a afectar a círculos cada vez mayores de muy variadas maneras. Para el anarquista, libertad no es un concepto filosófico abstracto, sino la posibilidad vital concreta para cada ser humano de llevar a su pleno despliegue todas las potencias, capacidades y talentos con que lo ha dotado la naturaleza y ponerlos al servicio de la sociedad.

Cuanto menos se vea el desarrollo natural del hombre influido por la tutela eclesiástica o política, tanto más armoniosa llegará a ser la personalidad humana, tanto más será la medida de la cultura intelectual de la sociedad en la que se produzca2.

Cabría preguntarse qué valor tiene el estudio de “una tendencia definida en el desarrollo histórico de la humanidad” que no articule una teoría social específica y detallada. De hecho muchos comentaristas desechan el anarquismo como algo utópico, carente de articulación, primitivo y lastrado por otros rasgos que lo harían incompatible con las realidades de una sociedad compleja.

Sin embargo, cabría razonar de un modo completamente distinto: que en cada estadio de la historia nuestra preocupación debiera ser la de poner fin a aquellas formas de autoridad y de opresión que sobreviven a una era en la que quizás estuvieran justificadas en aras de la seguridad, la supervivencia o el desarrollo económico, pero que ahora contribuyen a mantener las insuficiencias materiales y culturales en lugar de aliviarlas. Si las cosas son así, no habrá una doctrina del cambio social fijada de una vez para el presente y el futuro; ni siquiera, necesariamente, un concepto específico e inmutable de los fines hacia los que el cambio social deba tender. Probablemente nuestra comprensión de la naturaleza del hombre o del conjunto de las formas sociales viables es tan rudimentaria que toda doctrina de largo alcance debe ser tratada con un gran escepticismo, de modo parecido a como resulta natural la reacción escéptica cuando oímos decir que “la naturaleza humana”, “los requisitos de la eficiencia” o “la complejidad de la vida moderna” requieren tal o cual forma de opresión o de dominio autocrático.

No obstante, en una época determinada está plenamente justificado desarrollar, en la medida que lo permita nuestra comprensión, una realización específica de esta tendencia definida en el desarrollo histórico de la humanidad, apropiada a las tareas del momento. Para Rocker, “el problema que se plantea en nuestro tiempo es el de librar al hombre del azote de la explotación económica y de la sumisión política y social”; y el método no es la conquista y el ejercicio del poder del Estado, ni el parlamentarismo embrutecedor, sino más bien “el reconstruir la vida económica de los pueblos desde los cimientos y edificarla en el espíritu del socialismo”.

Pero sólo los propios productores son aptos para esta tarea, puesto que constituyen el único elemento creador de valor en la sociedad del cual puede brotar un nuevo futuro. A ellos les corresponde la tarea de liberar la fuerza de trabajo de los grilletes que la explotación económica ha impuesto sobre ella, de liberar la sociedad de todas las instituciones y actuaciones del poder político y de abrir la vía a una alianza de grupos libres de hombres y mujeres basados en el trabajo cooperativo y en una administración planificada de las cosas en interés de la comunidad. Preparar a las masas laboriosas de la ciudad y el campo para este gran objetivo y unificarlas como fuerza militante constituye el fin del moderno anarcosindicalismo, y en ello se agotan sus propósitos [pág. 108].
Como socialista, Rocker da por supuesto “que la emancipación verdadera, final y completa de los trabajadores sólo es posible bajo una condición: la apropiación del capital, es decir, de las materias primas y todos los instrumentos de trabajo, incluyendo la tierra, por el entero conjunto de los trabajadores”3.

Como anarcosindicalista insiste, además, en que las organizaciones de los trabajadores crean “no sólo las ideas, sino también las realidades del futuro mismo” en el período prerrevolucionario que materializan en sí mismas la estructura de la futura sociedad, y espera una revolución social que destruirá el aparato del Estado y expropiará a los expropiadores.

“Lo que ponemos en lugar del gobierno es la organización industrial.” Los anarcosindicalistas están convencidos de que un orden económico socialista no puede ser creado mediante los decretos y leyes de un gobierno, sino sólo mediante la colaboración solidaria de los trabajadores de la mano y el cerebro en cada rama de la producción; esto es, mediante la asunción de la gestión de todas las fábricas por los propios productores, de tal manera que los grupos, las fábricas y las ramas de industria, tomadas separadamente, sean miembros independientes del organismo económico general y procedan sistemáticamente a la producción y distribución de los productos en interés de la comunidad sobre la base de libres acuerdos mutuos [pág. 94].

Rocker escribía en un momento en que estas ideas se habían llevado a la práctica de una manera dramática en la revolución española. Justo antes de estallar la revolución, el economista anarcosindicalista Diego Abad de Santillán había escrito: al abordar el problema de la transformación social, la revolución no puede considerar el Estado como medio, sino que debe depender de la organización de los productores. Hemos seguido esta norma y no hallamos ninguna necesidad para la hipótesis de un poder superior al de los trabajadores organizados, con objeto de establecer un nuevo orden de cosas. Agradecemos a quienquiera que fuese que nos señalara qué función puede tener el Estado, suponiendo que tenga alguna, en una organización económica en la que ha sido abolida la propiedad privada y en la que no tienen cabida el parasitismo ni los privilegios especiales. La supresión del Estado no puede ser un proceso que se prolongue mucho tiempo; es la revolución la que tiene la tarea de acabar con el Estado. O bien la revolución da la riqueza social a los productores, y en tal caso los productores se organizan a sí mismos para la debida distribución colectiva y el Estado no tiene nada que hacer; o la revolución no da riqueza social a los productores, y en tal caso la revolución ha sido un engaño y el Estado sigue existiendo.

Nuestro consejo federal de economía no es un poder político sino un poder regulador de carácter económico y administrativo.
Recibe su orientación desde abajo y actúa de acuerdo
con las resoluciones de las asambleas regionales y nacionales. Es un ente coordinador y nada más4.

Engels, en una carta de 1883, expresaba su desacuerdo con
esta concepción en los términos siguientes: Los anarquistas ponen las cosas cabeza abajo. Declaran que la revolución proletaria debe empezar eliminando la organización política del Estado... Pero destruirla en este momento supondría destruir el único organismo gracias al cual el proletariado victorioso puede afirmar su poder recién conquistado, tener sujetos a sus adversarios capitalistas y emprender esa revolución económica de la sociedad sin la cual la entera victoria debe desembocar en una nueva derrota y en un asesinato en masa de los trabajadores semejante al que tuvo lugar después de la comuna de París5.

En contraposición a esto, los anarquistas –y entre ellos
Bakunin con particular elocuencia– advirtieron de los peligros de la “burocracia roja”, que resultaría ser “el engaño más vil y terrible que habría engendrado nuestro siglo”6.

El anarcosindicalista Fernand Pelloutier preguntó: “¿Tiene que ser acaso el estado de transición al que debemos someternos necesaria y fatalmente la cárcel colectivista? ¿No puede consistir en una organización libre limitada exclusivamente por las necesidades de la producción y el consumo, una vez desaparecidas todas las instituciones políticas?”7.

No pretendo saber la respuesta a esta pregunta. Pero parece claro que a menos que haya, en una u otra forma, una respuesta positiva, las probabilidades de una revolución verdaderamente democrática que haga realidad los ideales humanísticos de la izquierda no son muy grandes.

Martin Buber planteó el problema sucintamente al escribir: “No se puede esperar, por la naturaleza misma de las cosas, que un arbolito que haya sido transformado en un garrote siga dando hojas”.8

Conquista o destrucción del poder del Estado: eso es lo que Bakunin consideraba como la principal cuestión que lo separaba de Marx 9. De una u otra forma el problema ha surgido repetidamente a lo largo del siglo desde entonces, distanciando a los socialistas “libertarios” de los “autoritarios”.

Pese a las advertencias de Bakunin sobre la burocracia roja
y su realización bajo la dictadura de Stalin, sería evidentemente un grosero error interpretar que los debates de hace un siglo descansaban en lo que los movimientos sociales contemporáneos reivindican como sus orígenes históricos. En particular, es una perversión considerar que el bolchevismo es “marxismo puesto en práctica”. La crítica izquierdista del bolchevismo, que toma en consideración las circunstancias históricas de la revolución rusa, es mucho más justa10.
El movimiento obrero izquierdista antibolchevique se oponía a los leninistas porque éstos no fueron consecuentes hasta el final en el aprovechamiento de los desórdenes sociales que se produjeron en Rusia con fines estrictamente proletarios.

Quedaron prisioneros de su medio y utilizaron el movimiento internacional extremista para satisfacer necesidades específicamente rusas, que pronto se convirtieron en sinónimo de las necesidades del Estado-Partido bolchevique. Entonces quedaban al descubierto en el propio bolchevismo los aspectos “burgueses” de la revolución rusa: el leninismo aparecía como una parte de la socialdemocracia, que difería de ésta sólo en cuestiones tácticas11.

Si hubiera que buscar una única idea dominante dentro de la tradición anarquista, debería ser, a mi juicio, la expresada por Bakunin cuando, al escribir sobre la Comuna de París, se identificaba a sí mismo de la manera siguiente:
Soy un amante fanático de la libertad, y la considero la única condición bajo la cual la inteligencia, la dignidad y la felicidad humanas pueden desarrollarse y crecer; no la libertad puramente formal concedida, distribuida y regulada por el Estado, eterno engaño que en realidad no representa más que el privilegio de algunos fundado en la esclavitud de los restantes; no la libertad individualista, egoísta, ruin y ficticia enaltecida por la escuela de J.-J. Rousseau y las demás escuelas del liberalismo burgués, que consideran los supuestos derechos de todos los hombres, representados por el Estado que limita los derechos de cada uno de ellos, idea que lleva inevitablemente a la reducción de los derechos de cada uno a la nada. No, me refiero a la única especie de libertad que merece este nombre, la libertad que consiste en el pleno desarrollo de todas las potencias materiales, intelectuales y morales que están latentes en cada persona; la libertad que no reconoce más restricciones que las impuestas por las leyes de nuestra propia naturaleza individual, las cuales no pueden propiamente ser consideradas restricciones puesto que tales leyes no son impuestas por un legislador exterior situado fuera o por encima de nosotros, sino que son inmanentes e inherentes a nuestro ser y constituyen la base misma de nuestro ser material, intelectual y moral; no nos limitan, sino que son las condiciones reales e inmediatas de nuestra libertad12.

Estas ideas provienen de la Ilustración; sus raíces se encuentran en el Discurso sobre la desigualdad, de Rousseau, en Los límites de la acción del Estado, de Humboldt, y en la insistencia de Kant, al salir en defensa de la Revolución Francesa, de que la libertad es la condición previa para alcanzar la madurez para la libertad y no un don que haya que reservar para cuando esta madurez se haya alcanzado. Con el desarrollo del capitalismo industrial, nuevo e imprevisto sistema de injusticia, es el socialismo libertario el que ha preservado y extendido el mensaje humanista radical contenido en la Ilustración y en los ideales liberales clásicos, que se pervirtieron transformándose en ideología destinada a justificar el orden social naciente. De hecho, a partir de los mismos supuestos que llevaron al liberalismo clásico a oponerse a la intervención del Estado en la vida social, las relaciones sociales capitalistas son igualmente intolerables. Esto queda claro, por ejemplo, a partir de la obra clásica de Humboldt, Los límites de la acción del Estado, que anticipó y quizás inspiró a Mill.
Esta obra clásica del pensamiento liberal, terminada en 1792, es en su esencia profundamente, aunque prematuramente, anticapitalista. Sus ideas deben diluirse hasta resultar irreconocibles para transmutarse en una ideología del capitalismo.

La versión de Humboldt de una sociedad en la que las cadenas sociales son sustituidas por lazos sociales y en la que el trabajo es efectuado libremente hace pensar en el joven Marx  con su tratamiento de la “alienación del trabajo cuando el trabajo es externo al trabajador y no forma parte de su naturaleza... [de tal manera] que no se realiza a sí mismo en su trabajo, sino que se niega a sí mismo... [y queda] físicamente exhausto y mentalmente degradado”, trabajo alienado que retrotrae a algunos de los trabajadores a un tipo de trabajo bárbaro y que convierte a otros en “máquinas”, privando así al hombre de su “rasgo específico” de “actividad libre y consciente” y de “vida productiva”. Análogamente, Marx imagina a “un nuevo tipo de ser humano que necesita a su semejante... [La asociación de trabajadores se convierte] en el esfuerzo constructivo real para crear la textura social de las futuras relaciones humanas”13. Es cierto que el pensamiento libertario clásico se opone a la intervención estatal en la vida social, como consecuencia de ciertos supuestos más básicos acerca de la necesidad del hombre de libertad, diversidad y libre asociación. Sobre la base de los mismos supuestos, las relaciones de producción capitalistas, el trabajo asalariado, la competitividad, la ideología del “individualismo posesivo”, etc., deben considerarse como fundamentalmente antihumanos. El socialismo libertario debe considerarse propiamente como el heredero de los ideales liberales de la Ilustración.

Rudolf Rocker describe el moderno anarquismo como “la confluencia de las dos grandes corrientes que durante la Revolución francesa y después de ella han encontrado una expresión tan característica en la vida intelectual de Europa: el socialismo y el liberalismo”. Los ideales liberales clásicos, arguye, naufragaron en medio de las realidades de las formas económicas capitalistas. El anarquismo es necesariamente anticapitalista por cuanto “se opone a la explotación del hombre por el hombre”. Pero el anarquismo también se opone a “la dominación del hombre por el hombre”. Subraya que “el socialismo será libre o no será en absoluto. La genuina y profunda justificación de la existencia del anarquismo reside en el reconocimiento de esta verdad por parte suya”14. Desde este punto de vista, el anarquismo puede considerarse el ala libertaria del socialismo. Es con esta mentalidad que Daniel Guérin ha abordado el estudio del anarquismo en su obra El anarquismo y en otras15.

Guérin cita a Adolph Fischer, que dijo que “todo anarquista es un socialista, pero no necesariamente todo socialista es un anarquista”. De modo análogo, Bakunin, en su “manifiesto anarquista” de 1865, el programa de su proyectada fraternidad revolucionaria internacional, estableció el principio de que cada miembro debe ser, de entrada, un socialista. Todo anarquista coherente debe oponerse a la propiedad privada de los medios de producción y a la esclavitud asalariada, que forma parte integrante de este sistema, como algo incompatible con el principio de que el trabajo debe ser realizado libremente y bajo el control del productor. Según la expresión de Marx, los socialistas prevén una sociedad en la que el trabajo llegará a “ser no sólo un medio de vida, sino también la más alta aspiración de la vida”16, cosa imposible mientras el obrero sea conducido por una autoridad o una necesidad exterior y no por un impulso interior: ninguna forma de trabajo asalariado, aunque unas puedan ser menos odiosas que otras, puede eliminar la miseria del trabajo asalariado mismo”17. Un anarquista consecuente debe oponerse no sólo al trabajo alienado sino también a la pasmosa especialización del trabajo que tiene lugar cuando los medios para desarrollar la producción mutilan al obrero convirtiéndolo en un ser humano fragmentado, lo degradan hasta hacer de él un mero apéndice de la máquina, convierten su trabajo en un suplicio tal que su significación esencial resulta destruida; lo despojan de las potencialidades intelectuales del proceso de trabajo proporcionalmente a medida que la ciencia es incorporada a éste como potencia independiente...18.

Marx vio esto no como algo fatalmente inseparable de la industrialización, sino más bien como un rasgo de las relaciones de producción capitalistas. La sociedad del futuro debe preocuparse por “sustituir al trabajador parcelario de hoy reducido a ser humano meramente fragmentario por el individuo plenamente desarrollado, apto para una multitud de trabajos, para quien las diversas funciones sociales son otros tantos medios de dar libre juego a sus propias potencialidades naturales”19. La condición previa es la abolición del capital y del trabajo asalariado como categorías sociales (por no hablar de los ejércitos industriales del “Estado de los trabajadores” o las diversas formas modernas de totalitarismo o capitalismo de Estado). La reducción del hombre a apéndice de la máquina, a instrumento especializado de la producción, podría en principio ser superada, y no vigorizada, con un desarrollo y un uso adecuados de la tecnología, pero no bajo las condiciones de control autocrático de la producción por quienes hacen del hombre un instrumento que sirva a sus fines, dejando a un lado sus propósitos individuales, según la expresión de Humboldt.

Los anarcosindicalistas trataban de crear, incluso bajo el capitalismo, “asociaciones libres de productores libres” que se lanzarían al combate militante y se prepararían para hacerse con la organización de la producción sobre una base democrática. Tales asociaciones servirían como “escuela práctica de anarquismo”20. Si la propiedad privada de los medios de producción es, según la frase de Proudhon tantas veces citada, una mera forma de “robo” –”la explotación de los débiles por los fuertes”21– el control de la producción por una burocracia de Estado, por muy benevolentes que sean sus intenciones, tampoco crea las condiciones bajo las cuales el trabajo, tanto manual como intelectual, puede llegar a ser la más alta necesidad de la vida. Ambas deben ser, pues, superadas.

En su ataque contra el derecho al control privado o burocrático sobre los medios de producción, el anarquista se coloca al lado de los que luchan por dar paso a “la tercera y última fase emancipadora de la historia”, habiendo sido la primera la que contempló el paso de la esclavitud a la servidumbre, la segunda el paso de la servidumbre al trabajo asalariado y la tercera la abolición del proletariado en un acto final de liberación que pone el control sobre la economía en manos de asociaciones de productores libres y voluntarias (Fourier, 1848)22.

El peligro inminente que acecha a la “civilización” fue advertido por Tocqueville, también en 1848: Mientras el derecho de propiedad fue el origen y el fundamento de muchos otros derechos, era fácilmente defendible, o, mejor dicho, no era objeto de ataques; era entonces la ciudadela de la sociedad, mientras que los demás derechos eran los fortines y la obra exterior; no soportaba el embate más fuerte de los ataques y, en realidad, no había ningún intento serio de asaltarlo. Pero hoy, cuando el derecho de propiedad es considerado como el último reducto no liquidado del mundo aristocrático, cuando es lo único que queda en pie, el único privilegio de una sociedad donde se da una igualdad mayor, la cosa es distinta. Véase lo que está ocurriendo en el seno de las clases trabajadoras, aunque admito que hasta ahora permanecen tranquilas. Cierto es que están menos inflamadas que en otros tiempos por pasiones políticas propiamente dichas; pero ¿no os dais cuenta que sus pasiones, lejos de ser políticas, se han convertido en sociales? ¿No veis que, poco a poco, se están difundiendo entre ellas ideas y opiniones que apuntan no sólo a suprimir tales y tales leyes, tal ministerio o tal gobierno, sino a destruir los fundamentos mismos de la sociedad?23.

Los trabajadores de París, en 1871, rompieron el silencio y procedieron ¡a abolir la propiedad, base de toda civilización! Sí, caballeros, la Comuna trató de abolir esa propiedad de clase que hace del trabajo de los muchos la riqueza de los pocos. Aspiraba a la expropiación de los expropiadores. Quería hacer de la propiedad individual una realidad efectiva transformando los medios de producción, la tierra y el capital, que ahora son principalmente los medios de esclavizar y explotar el trabajo, en meros instrumentos de un trabajo libre y asociado24.

La Comuna, desde luego, fue ahogada en sangre. La naturaleza de la “civilización”, que los trabajadores de París trataron de eliminar con su ataque contra “los fundamentos mismos de la sociedad”, se puso nuevamente de manifiesto cuando las tropas del gobierno de Versalles reconquistaran París de manos de sus propios habitantes. Como escribió Marx, con amargura pero con exactitud a la vez:

La civilización y la justicia del orden burgués se presenta con sus resplandores cárdenos cuando quiere que los esclavos y los sujetos de este orden se alcen contra sus amos. Entonces esta civilización y esta justicia aparecen con su verdadera faz de salvajismo sin embozos y de venganza sin ley... las gestas infernales de la soldadesca reflejan el espíritu que anima a esta civilización, cuya defensa mercenaria es asumida por ellos... La burguesía del mundo entero, que contempla complacida la matanza en masa desencadenada después de la batalla, está convulsa de horror ante la profanación del ladrillo y el mortero.
Pese a la violenta destrucción de la Comuna, Bakunin escribió que París abre una nueva era, “la de la definitiva y completa emancipación de las masas populares y su auténtica solidaridad futura, por encima y a pesar de las fronteras nacionales... la próxima revolución del hombre, internacional y solidaria, será la resurrección de París”, revolución que el mundo aún está esperando.

El anarquista consecuente, pues, será un socialista, pero un socialista de una clase particular. No sólo se opondrá al trabajo alienado y parcelario y luchará por la apropiación del capital por el conjunto de todos los obreros, sino que además insistirá en que tal apropiación sea directa y no ejercida por alguna fuerza elitista que actúe en nombre del proletariado.
En suma, se opondrá a la organización de la producción por el Gobierno. Esto significa el socialismo de Estado, el mando de los funcionarios del Estado sobre la producción y el mando de directivos, científicos y jefes de taller en los talleres... El fin de la clase obrera es liberarse de la explotación. Este fin no se alcanza ni puede alcanzarse por medio de una nueva clase dirigente y gobernante que sustituya a la burguesía. Sólo es realizado por los propios trabajadores convertidos en dueños de la producción.

Estas observaciones proceden de “Cinco tesis sobre la lucha de clases”, del marxista de izquierdas Anton Pannekoek, uno de los teóricos más destacados del movimiento comunista de los consejos. Y de hecho el marxismo extremista se funde con las corrientes anarquistas.

En la siguiente caraterización del “socialismo revolucionario” puede verse una ilustración adicional de este hecho: El socialista revolucionario niega que la propiedad del Estado pueda desembocar en algo que no sea un despotismo burocrático.

Hemos visto ya por qué el Estado no puede controlar democráticamente la industria. La industria sólo puede ser poseída y controlada democráticamente por los trabajadores, que para ello elegirán directamente entre ellos mismos comités para la administración de las industrias. El socialismo será fundamentalmente un sistema industrial; su organización política tendrá una base industrial. Así, los que desempeñen las actividades sociales y los que hagan marchar las industrias de la sociedad estarán directamente representados en los consejos locales y centrales de la administración social. De esta manera los poderes de estos delegados procederán de abajo arriba, a partir de los que efectúen el trabajo y de los conocedores de las necesidades de la comunidad. Cuando se reúna el comité industrial administrativo central, en su seno estarán representadas todas las facetas de la actividad social. Así, el Estado capitalista político o geográfico será sustituido por el comité para la administración de la industria del Socialismo.

El paso de un sistema social al otro será la revolución social.
El Estado político a lo largo de la historia ha significado el gobierno de hombres por las clases dominantes; la República del Socialismo será el gobierno de la industria administrada en beneficio de la comunidad entera. El primero suponía la sujeción económica y política de los muchos; la segunda supondrá la libertad económica de todos; será, por consiguiente, una verdadera democracia.

Estas afirmaciones programáticas pertenecen a la obra de William Paul, The State, its Origins and Function, escrita a comienzos de 1917, poco antes de El Estado y la Revolución, de Lenin, que es quizá la obra más libertaria de este autor (véase nota 9). Paul era miembro del Partido Socialista Marxista- De Leonista del Trabajo y posteriormente uno de los fundadores del Partido Comunista Británico25. Su crítica del socialismo de Estado se parece a la doctrina libertaria de los anarquistas en su principio según el cual, dado que la propiedad y la gestión del Estado llevará al despotismo burocrático, la revolución social debe sustituirlo por la organización industrial de la sociedad con el control directivo de los trabajadores. Podrían citarse muchas otras afirmaciones similares.

Lo que tiene mucha mayor importancia es que estas ideas han sido llevadas a la práctica en la acción revolucionaria espontánea, por ejemplo en Alemania e Italia después de la primera guerra mundial y en España (no sólo en las zonas agrarias sino también en la industrial Barcelona) en 1936. Se podría argüir que el comunismo de los consejos, en una u otra forma, es la plasmación natural del socialismo revolucionario en una sociedad industrial. Éste refleja la percepción intuitiva de que la democracia resulta severamente limitada cuando el sistema industrial está bajo el control de una u otra forma de minoría autocrática, ya sea de propietarios, de directores y tecnócratas, de un partido de “vanguardia” o de una burocracia estatal. Bajo estas condiciones de dominación autoritaria, los ideales libertarios clásicos desarrollados por Marx y Bakunin y todos los verdaderos revolucionarios no pueden realizarse; el hombre no será libre de desplegar sus propias potencialidades hasta su culminación y el productor seguirá siendo “un ser humano fragmentado”, degradado, un instrumento en el proceso productivo dirigido desde arriba.

La expresión “acción revolucionaria espontánea” puede inducir a confusión. Los anarcosindicalistas, por lo menos, se tomaron muy en serio la observación de Bakunin de que las organizaciones de trabajadores deben crear “no sólo las ideas, sino también las realidades del futuro mismo” en el período prerrevolucionario. Las realizaciones de la revolución popular en España, en particular, se basaban en la labor paciente de muchos años de organización y educación, uno de los componentes de una larga tradición de entrega y de militancia. Las resoluciones del Congreso de Madrid de junio de 1931 y el Congreso de Zaragoza de mayo de 1936 anunciaron de muchas maneras los hechos de la revolución, y los anunciaron también las ideas algo distintas esbozadas por Santillán (véase nota 4) en su descripción muy concreta de la organización social y económica que había de ser implantada por la revolución.

Guérin escribe: “La revolución española estaba relativamente madura en las cabezas de los pensadores libertarios, así como en la conciencia popular. Y existían organizaciones obreras con la estructura, la experiencia y la comprensión necesarias para emprender la tarea de la reconstrucción cuando, con el alzamiento de Franco, el estado de agitación de comienzos de 1936 desembocó en la revolución social”. En su introducción a una antología de documentos sobre la colectivización en España, el anarquista Augustin Souchy escribe: Durante muchos años los anarquistas y sindicalistas de España consideraron que su tarea suprema era la transformación social de la sociedad. En sus asambleas de sindicatos y de grupos, en sus periódicos, en sus panfletos y libros, el problema de la revolución social se discutía incesantemente y de una manera sistemática26.

Todo esto está en el trasfondo de las realizaciones espontáneas, de la obra constructiva de la revolución española. Las ideas del socialismo libertario, en el sentido descrito, han sido sumergidas en las sociedades industriales del pasado medio siglo. Las ideologías dominantes han sido las del socialismo de Estado o del capitalismo de Estado (de carácter crecientemente militarizado en los Estados Unidos por razones perfectamente claras)27. Pero en los años más recientes se ha reavivado el interés por aquellas ideas. Las tesis que he mencionado de Anton Pannekoek han sido tomadas de un reciente panfleto de un grupo de trabajadores izquierdistas franceses (Informations Correspondance Ouvrière). Las observaciones de William Paul sobre el socialismo revolucionario se citan en una intervención de Walter Kendall ante la Conferencia Nacional sobre Control Obrero en Sheffield, Inglaterra, en marzo de 1969. El movimiento para el control obrero se ha convertido en una fuerza significativa en Inglaterra en los años últimos.

Ha organizado varias conferencias y ha dado lugar a la aparición de numerosos panfletos, y cuenta entre sus partidarios activos a representantes de algunos de los sindicatos más importantes. El sindicato de obreros de las industrias mecánicas y de fundición, por ejemplo, ha adoptado, como política oficial, el programa de nacionalización de las industrias básicas bajo “el control obrero a todos los niveles28. En el continente hay evoluciones semejantes. El mayo de 1968, naturalmente, aceleró el creciente interés por el comunismo de los consejos y por las ideas emparentadas con él en Francia y Alemania, así como en Inglaterra.

Dada la configuración conservadora general de nuestra sociedad altamente ideológica, no es demasiado sorprendente que los Estados Unidos no se hayan visto apenas afectados por este proceso. Pero también esto puede cambiar. La erosión de la mitología de la guerra fría hace que por lo menos sea posible suscitar estas cuestiones en círculos muy amplios. Si la actual oleada represiva puede ser rechazada, si la izquierda puede superar sus tendencias más suicidas y edificar algo sobre lo que ha sido realizado en la pasada década, entonces el problema de cómo organizar la sociedad industrial según líneas verdaderamente democráticas, con control democrático en el lugar de trabajo y en la comunidad, debería convertirse en una cuestión intelectual dominante para los que conservan sensibilidad ante los problemas de la sociedad contemporánea, y a medida que se desarrolla un movimiento de masas de signo socialista libertario la especulación debería transformarse en acción.

En su manifiesto de 1865, Bakunin predijo que uno de los elementos de la revolución social sería “esa parte inteligente y verdaderamente noble de la juventud que, aun perteneciendo por nacimiento a las clases privilegiadas, en la generosidad de sus convicciones y sus aspiraciones ardientes, abraza la causa del pueblo”. Quizás en el surgimiento del movimiento estudiantil de la década de 1960 pueden verse pasos hacia el cumplimiento de esta profecía.

Daniel Guérin ha emprendido lo que él llama un “proceso de rehabilitación” del anarquismo. Sostiene, a mi parecer de modo convincente, que las ideas constructivas del anarquismo conservan su vitalidad, que si son reexaminadas y pasadas por el cedazo pueden ayudar al pensamiento socialista contemporáneo a tomar un nuevo punto de partida... [y] contribuir a enriquecer el marxismo29. De las “anchas espaldas” del anarquismo ha seleccionado las ideas y acciones que pueden caracterizarse como socialistas libertarias para someterlas a un examen más intensivo. Esto es natural y justo. Este marco abraza tanto a los principales portavoces del anarquismo como las acciones de masas que han sido animadas por sentimientos e ideales anarquistas.

Guérin se ocupa no sólo del pensamiento anarquista, sino también de las acciones espontáneas de las fuerzas populares que crean de una manera efectiva nuevas formas sociales en el curso de la lucha revolucionaria. Se ocupa tanto de la creatividad social como de la intelectual. Además, trata de sacar de las realizaciones constructivas del pasado lecciones que puedan enriquecer la teoría de la emancipación social.

Para quienes quieran no sólo comprender el mundo sino también transformarlo, ésta es la manera adecuada de estudiar la historia del anarquismo.

Guérin describe el anarquismo del siglo XIX como esencialmente doctrinal, mientras que el siglo XX, para los anarquistas, ha sido una época de “práctica revolucionaria”30. El anarquismo refleja esta apreciación. Su interpretación del anarquismo apunta conscientemente hacia el futuro. Arthur Rosenberg señaló en cierta ocasión que las revoluciones populares se caracterizan por tratar de sustituir “una autoridad feudal o centralizada que gobierna por la fuerza” por una u otra forma de sistema comunal que “supone la destrucción o desaparición de la vieja forma del Estado”. Un sistema de esta clase será o bien socialista o “una forma extrema de democracia [que constituye] la condición previa para el socialismo, en la medida en que el socialismo sólo puede ser realizado en un mundo que goce del mayor nivel posible de libertad individual”. Este ideal, señala, era compartido por Marx y los anarquistas31. Esta lucha natural por la liberación se contrapone a la tendencia dominante a la centralización en la vida económica y política.

Hace un siglo Marx escribió que los trabajadores de París
“se dieron cuenta de que no había sino una alternativa, la Comuna o el imperio, independientemente del nombre con que éste reapareciera”. El Imperio los había arruinado económicamente por el derroche que había hecho de la riqueza pública, por la corrupción financiera en gran escala que había estimulado, por el impulso que había dado a la centralización artificialmente acelerada del capital y a la expropiación correlativa a que había sometido a muchos de ellos [Marx se refiere en todo este párrafo concretamente a la “clase media” (Nota del traductor)]. Los había suprimido políticamente, los había escandalizado moralmente con sus orgías, había insultado su volterianismo cediendo la educación de sus hijos a los frères ignorantins, había sublevado su sentimiento nacional de franceses precipitándolos de cabeza en una guerra que no dejaba más que una sola compensación por las ruinas que había provocado: la desaparición del Imperio32.

El miserable Segundo Imperio “era la única forma de gobierno posible en una época en que la burguesía había ya perdido la facultad de gobernar la nación y en que el proletariado no la había adquirido todavía”.

No es demasiado difícil reformular estas observaciones de tal manera que resulten apropiadas para los sistemas imperiales de 1970. El problema de “liberar al hombre del azote de la explotación económica y de la esclavización política y social” sigue siendo el problema de nuestra época. Mientras sea así, las doctrinas y la práctica revolucionaria del socialismo libertario servirán de inspiración y de guía.


Traducción: Joaquim Sempere
NOTAS
* Este capítulo es una versión revisada de la introducción a la obra de Daniel
Guérin Anarchism: From Theory to Practice. Apareció en una versión ligeramente distinta en la New York Review of Books, 21 de mayo de 1970.
1. Octave Mirbeau, citado en James Joll, The Anarchists, págs. 145-146.
(Trad. cast.: Los anarquistas, Grijalbo, Barcelona, 1968.
2. Rudolf Rocker, Anarchosindicalism, pág. 31.
3. Citado por Rocker, ibid., pág. 77. Esta cita y la de la próxima frase son de
Mijail Bakunin, “The Program of the Alliance”, Bakunin on Anarchy, edición y traducción de Sam Dolgoff, pág. 255.
4. Diego Abad de Santillán, After the Revolution, pág. 86 (en castellano, Ed.
Tusquets). En el último capítulo, escrito varios meses después que la revolución hubiera empezado, expresa su insatisfacción con lo que hasta entonces se había logrado siguiendo estas líneas de acción. Sobre las realizaciones de la revolución social en España, véase mi obra American
Power and the New Mandarins, cap. I, así como las referencias allí citadas; posteriormente ha sido traducido al inglés el importante estudio de Broué y
Témimme. También han aparecido desde entonces algunos otros estudios importantes, en particular: Frank Mintz, L’Autogestion dans l’Espagne
révolutionnaire, Editions Bélibaste, París, 1971; César M. Lorenzo, Les
Anarchistes espagnols et le pouvoir: 1868-1969, Editions du Seuil, París,
1969. (Trad. cast.: Los anarquistas españoles y el poder, Ruedo Ibérico,
París, 1971.) Gaston Leval, Espagne libertaire, 1936-1939: L’Oeuvre constructive de la Révolution espagnole, Editions du Cerole, París, 1971. (Trad.
cast.: Colectivizaciones: La obra constructiva de la revolución española,
ed., Ed. CNT, Toulouse, 1973). Véase también la obra de Vernon Richards, Lessons of the Spanish Revolution, Londres, 1953. (Ed. cast. ampliada:
Lecciones de la revolución española, Belibaste-La Hormiga, París, 1972.)
5. Citado por Robert C. Tucker, The Marxian Revolutionary Idea, en su examen crítico del marxismo y el anarquismo.
EL LENGUAJE LIBERTARIO / 247
6. Bakunin, en una carta a Herzen y Ogareff, 1866. Citado por Daniel Guérin,
Jeunesse du socialisme libertaire, pág. 119.
7. Fernand Pelloutier, citado en la obra de Joll, The Anarchists. La fuente es
“L’Anarchisme et les syndicats ouvriers”, Les Temps nouveaux, 1895. El texto entero aparece en la excelente antología histórica del anarquismo bajo el título Ni Dieu, ni Maître, reunida por Daniel Guérin.
8.Martin Buber, Paths in Utopia, pág. 127 (trad. cast. Caminos de utopía, FCE).
9. “Ningún Estado, por democrático que sea”, escribió Bakunin, “ni siquiera la más roja de las repúblicas, puede dar a la gente lo que realmente quiere, a saber, la libre autoorganización y administración de sus asuntos propios de abajo arriba, sin ninguna interferencia o violencia de arriba, porque cualquier Estado, incluso el pseudo-Estado del Pueblo urdido por el señor Marx, no es más en esencia que una máquina para gobernar a las masas desde arriba, a través de una minoría privilegiada de intelectuales engreídos, que imaginan saber lo que el pueblo necesita y quiere mejor que el propio pueblo...” “La gente, no obstante, no vivirá mejor si el bastón con el que es golpeada lleva el nombre de ‘bastón del pueblo’” (Statism and Anarchy,
1873, en Dolgoff, Bakunin on Anarchy, pág. 338); “el bastón del pueblo” es en este caso la república democrática. Marx, por supuesto, veía las cosas de otra manera. Puede verse un examen del impacto de la Comuna de París sobre esta disputa en los comentarios de Daniel Guérin en el volumen Ni Dieu, ni Maîte; estos comentarios figuran también, algo ampliados en Pour
un marxisme libertaire (trad. castellana en Ed. Proyección, Buenos Aires).
Véase también la nota 24.
10. Sobre la “desviación intelectual” de Lenin hacia la izquierda durante el año
1917, ver Robert Vincent Daniels, “The State and Revolution: a Case Study in the Genesis and Transformation of Communist Ideology”, American Slavic and East European Review, vol. 12, Nº 1, 1953.
11.Paul Mattick, Marx and Keynes, pág. 295.
12. Mijail Bakunin, “La Commune de Paris et la notion d’État”, reproducido en Guérin, Ni Dieu, ni Maître. La observación final de Bakunin sobre las leyes de la naturaleza individual como condición de la libertad puede compararse con el enfoque del pensamiento creador desarrollado en las tradiciones racionalistas y románticas. Véanse mis obras Cartesian Linguistics y Language and Mind.
13.Shlomo Avineri, The Social and Political Thought of Karl Marx, pág. 142, refiriéndose a ciertos comentarios sobre La sagrada familia. Avineri afirma que dentro del movimiento socialista sólo los kibbutzim israelíes “se han dado cuenta de que los modos y formas de la organización social presente determinarán la estructura de la futura sociedad”. Ésta era, precisamente, una idea característica del anarcosindicalismo, según se ha señalado anteriormente.
14. Rocker, Anarchosyndicalism, pág. 28.
15. Véanse las obras de Guérin antes citadas.
16. Karl Marx, Crítica del Programa de Gotha.
17. Karl Marx, Grundrisse der Kritik del Politischen Ökonomie, citado por
Mattick, Marx and Keynes, pág. 306. A este respecto, véase también el ensayo de Mattick, “Workers’ Control”, en la obra de Priscilla Long, ed., The New Left; y Avineri, Social and Political Thought of Marx.
18. Karl Marx, El capital, citado por Robert Tucker, que subraya con razón que
Marx ve al revolucionario más como “productor frustrado” que como
“consumidor insatisfecho” (The Marxian Revolutionary Idea). Esta crítica más radical de las relaciones capitalistas de producción es una consecuencia directa del pensamiento libertario de la Ilustración.
19. Marx, El capital, citado por Avineri, Social and Political Thought of Marx,
pág. 83.
20. Pelloutier, “L’anarchisme”.
21. “Qu’est-ce que la propriété?” La expresión “la propiedad es el robo” no gustaba a Marx, debido a consideraciones lógicas, puesto que el robo presupone la existencia de una legítima propiedad. Véase Avineri, Social and Political Thought of Marx.
22. Citado en la obra de Buber Paths in Utopia, pág. 19.
23. Citado en la obra de J. Hampden Jackson, Marx, Proudhon and European Socialism, pág. 60.
24.Karl Marx, The Civil War in France, pág. 24. Avineri observa que éste y otros comentarios de Marx sobre la Comuna se refieren únicamente a intenciones y proyectos de ésta. Como Marx explicó en otros lugares, su valoración más detenida de la experiencia era más crítica que en esta alocución.
25. Pueden encontrarse algunos antecedentes en Walter Kendall, The Revolutionary Movement in Britain.
26. Collectivisations: L’Oeuvre constructive de la Révolution espagnole, pág. 8.
27. Esta cuestión es examinada en Mattick, Marx and Keynes, y en Michael
Kidron, Western Capitalism Since the War. Véase también el debate y las referencias citados en mi obra At War with Asia, capítulo 1, págs. 23-26.
28. Véase Hugh Scanlon, The Way Forward for Workers’ Control. Scanlon es el presidente del sindicato de obreros de las industrias mecánicas y de fundición, uno de los sindicatos más numerosos de Gran Bretaña. Tras la
Sexta Conferencia sobre Control Obrero, de marzo de 1968, se creó un instituto que sirve de centro para difundir información y fomentar la investigación.
29. Guérin, Ni Dieu, ni Maître, introducción.
30. Ibid.
31.Arthur Rosenberg, A History of Bolshevism, pág. 88.
32. Marx, Civil War in France, págs. 62-63.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

APUNTES PARA UNA [RE]CONSTRUCCIÓN HISTÓRICA DE LA REVOLUCIÓN RUSA

Por: Redi Yurihuamán



A MODO DE INTRODUCCIÓN:

La Revolución rusa no debe de ser confundida con la toma del poder por el partido bolchevique -como lo señala Arthur Lehning- y mucho menos como logro privado de éste. La revolución rusa no fue la creación especializada de un pequeño grupo; por el contrario, fue el resultado de un conjunto de ideas, acciones, individualidades y organizaciones que irrumpieron radical y espontáneamente desde finales del siglo XIX, de éstas se ha dicho poco o nada y es que la historia -sus detentores- las han tratado de olvidar e invisibilizar; dando como resultado una historia errada, elitista y mesiánica; en oposición a ello se vierte -en este escrito- elementos que vislumbran hechos diferentes y necesariamente cognoscibles para poder saber cabalmente lo que fue, significa y aporta la Revolución rusa a la humanidad.

I
1905: UN PRECEDENTE, ENTRE LO REPRESIVO Y LO CONTESTATARIO

“…La evolución y revolución son dos actos sucesivos…” , donde una precede a otra y ésta a su vez las sigue generando, formando una infinitud de movimiento y cambio. La evolución, es un movimiento continuo que contiene a todo lo existente; Rusia se encontró inmersa en ella, pero como pocas sociedades la evolución dio un salto y generó la revolución. Indicar un límite se tornaría en algo inadecuado -por la relación estrecha entre procesos- pero necesario.

A pesar de existir varios elementos que hicieron pronta la llegada de la rebelión rusa, es preciso resaltar tres momentos que marcaron la pauperización de las condiciones de vida del pueblo ruso –al respecto es importante decir que debido a la extensión del territorio, la población era en su mayoría “no rusa”, de la cual se puede resaltar por su cantidad y situación menos favorecida a la población judía- las olas de hambruna y depresión económica de los años 1891, 1899 y 1901, añadido con el exceso demográfico, llevaba al campesinado más empobrecido (ubicado en las provincias negras) a organizar pequeñas manufacturas –paulatinamente, éstas fueron cayendo frente a las industrias de la zona urbana– o emigrar a las ciudades para formar parte del grueso de obreros/as explotados/as; de tal modo que el campesinado perdía cualquier esperanza de gestionarse la vida independientemente de los/as amos/as y se insertaba a un nuevo mundo, vendiendo su fuerza de trabajo a “módicas sumas”. La cuestión étnica también se constituye en un factor detonante, ello se debe al proceso de RUSIFICACIÓN –ideada y dirigida por el Ministro del Interior Viacheslav Pleve- que se ejerció sobre la población no judía (establecida en las fronteras rusas, desde el Báltico hasta el Mar Negro). Para el Imperio zarista, era necesario hacer que toda la población se plegue indefectiblemente no tan sólo a su vida económica, sino también a la política y cultural, en pocas palabras buscaba obediencia absoluta, obediencia que el pueblo judío -especialmente fronterizos- no pretendían cumplir; para la rusificación se tomaron medidas como el de no permitir que judías/os habitasen fuera de las reservas, reclutamiento obligatorio militar, reducción de vacantes para las universidades -con limitaciones hacia ciertas carreras que se suponían propias a los/as judíos/as-; ellos y ellas de modo similar al del campesinado y obreros/as, iban cayendo en un estado de empobrecimiento cada vez más agudo; el punto culmen del antisemitismo zarista se concretó en el Progromo de Kishiniov (1903) extendiéndose hasta ciudades como Bano, Kíev, Mogiliov y Gómel; donde muchos/as judíos/as quedaron muertos/as o en la completa ruina.

La reacción contra el Imperio por el empobrecimiento, las persecuciones nacionales y religiosas no se hizo esperar; la huelga general estalló con fuerza en la zona fronteriza de Rusia (Kíev, Járkov, Nikólaev y Ekaterinoslav), poco después fue sofocada por la policía. Sin embargo, se levantó de forma inmediata una ola de terrorismo dirigido contra las esferas más altas de la aristocracia y funcionarios públicos; en el caso de las zonas rurales, se dio inicio al terror agrario -funcionó mediante el saqueo de tierras y casas ricas- es más, estas acciones fueron reivindicadas por grupos anarquistas, entre ellos Jleb i Volia (Pan y Libertad) como una forma de guerra de guerrillas.

Si bien es cierto que campesinos/as y obreros/as –espontánea, individual u organizativamente– arremetieron contra el zarismo, el “explosivo” no hubiese estado completo sin considerar a estudiantes, la pobreza de éstos era similar a la de los otros sectores del pueblo, muchas veces mal alimentados, viviendo en estrechos cuartos, imposibilitados de formar círculos y sociedades, sin autonomía universitaria y libertad académica, estas prohibiciones se sujetaban a lo determinado en el Estatuto de 1884.

Era común ver estudiantes y obreros/as en las huelgas, asambleas o en los choques contra la guardia del zar; ello hizo que las/os obreras/os aprendieran nuevas formas de pensamiento y acción, paralelamente éstas/os rompían el aislamiento ideológico en el que se hallaban las comunidades campesinas de donde provenían. Esta dinámica llevó al surgimiento de organizaciones como los Círculos de difusión radical, que a su vez dieron lugar a Partidos Socialistas como el Socialdemócrata de lineamiento marxista –se vio dividido entre mencheviques y bolcheviques en el verano de 1903, en el II Congreso Socialdemócrata-; el Neopopulista o Socialista Revolucionario -que fue entre los partidos socialistas el único con una facción ultra radical, denominada eserita, llevando a cabo una campaña de terror– y el Partido Socialista Polaco, con bases nacionalistas. A pesar de la “agenda progresista” de estos partidos, no cubrieron las expectativas de muchas/os de sus integrantes, debido a que su vida partidaria sólo se ceñía a discusiones que respondían más con intereses políticos particulares que con el fortalecimiento de la teoría y acción necesaria para derrocar al Imperio zarista; por esta razón muchas/os se separaron de estos partidos, para organizar o integrar grupos anarquistas de diversas tendencias, como anarcocomunistas y anarcoindividualistas que reivindicaban dentro de su programa la acción directa -ésta derivaba directamente en el terrorismo contra la burguesía-, a ellas se plegaban por lo general el campesinado y las corporaciones artesanales; las agrupaciones anarco sindicalistas, por otro lado, proponían el terror económico, mediante las huelgas, boicots, propaganda y organización de sindicatos revolucionarios, sus militantes variaban entre obreros/as portuarios e industriales.

Entre las organizaciones anarcocomunistas se encontraban Chórnoe Znamia (Bandera Negra), su corpus ideológico fue una convergencia entre la teoría de Kropotkin y las tácticas de Bakunin, constituido en su mayoría por judías/os, se ubicaron en las reservas de las provincias fronterizas del oeste y sur. Se inscribe, también, a esta corriente la agrupación Beznachalie (Sin autoridad) -su fundador paradójicamente se llamaba Nikólai Romanov, conocido como Bidbéi-, sus características teóricas se encontraban a fines con las de Stirner, Tucker, Nietzsche y las tácticas influenciadas por Bakunin y Necháev -sus espacios de acción fueron Varsovia, Minsk y Kíev- también se puede mencionar a la agrupación Kropotkiniana Jleb i Volia. En el caso de anarcoindividualistas , no habían organizaciones propiamente dichas –ello se debía a los principios a los que responde esta corriente– pero se creaban grupos temporales cuando eran muy necesarios para organizar algún atentado contra funcionarios del zarismo; su práctica se dio en San Petersburgo, Moscú y Kíev. La corriente anarcosindicalista, estuvo influenciada por el Sindicalismo Revolucionario Francés ; su máximo representante fue Novomírskii, quien fue fundador de la CGT (Confederación General del Trabajo) en 1885, a lado de María Korn y Gogéliia Orgiani.


* * * *


Un hecho importante haría que Rusia se configure en un levantamiento de masas, este es el estallido de la guerra con Japón, que se inició entre la noche del 26 y 27 de enero de 1904, cuando barcos de guerra japoneses de modo sorpresivo atacaron a los buques de la armada rusa anclados en Puerto Arturo –ahí se encontraba la mayor parte de la flota rusa del Extremo Oriente- en consecuencia, Puerto Arturo fue jaqueado y su asedio duró alrededor de 330 días, concluyendo con la rendición de la fortaleza y por ende del Imperio ruso. Esta pérdida era una entre el sin fin de problemas que representaba, no sólo el Zar Nicolás II, sino el sistema en su conjunto y particularmente esa guerra entre imperios, que obligaba a la población a vivir cada vez entre más y más pobreza, a sacrificarse por defender un régimen que sólo los humillaba y oprimía. La agitación se hizo mayor en toda Rusia -posteriormente a la pérdida de Puerto Arturo- se desencadenó una huelga en la capital, ocasionada por el despido masivo de trabajadores de la planta metalúrgica de Putílov; ellos/as tenían como peticiones centrales la libre formación de sindicatos, jornadas de 8 horas, el cese a la guerra, abolición de impuestos del campesinado, derechos cívicos y el llamamiento a una Asamblea constituyente, esta huelga culminó en el “Domingo Sangriento” (22 de enero, 9 de enero para el calendario juliano). De ahí en adelante se rompería cualquier vínculo todavía existente entre el zar y el pueblo, haciendo que las huelgas se propagaran, surjan autoorganizaciones como los comités de fábricas y talleres, primero en Ivánovo Voznesensk y luego en San Petersburgo, éstos fueron importantes para formar los soviets de diputados/as obreros/as en el mes de octubre, que encabezaron el movimiento huelguístico de San Petersburgo. Por estos acontecimientos se firma el Manifiesto de Octubre (17 del mes señalado) dando ciertos derechos cívicos, pero no económicos, razón por la cual el levantamiento prosigue. Las acciones represivas contra la ola huelguista, al contrario de sofocarlas, hacía que éstas recrudeciesen; en el mes de diciembre el levantamiento llega a su clímax, pero sin hacerse esperar la reacción zarista hecha abajo los intentos de emancipación de obreros/as, campesinos/as y hasta de algunos marineros y soldados sublevados.

La seguridad para el Imperio zarista necesitaba, indefectiblemente, la desaparición total de todo elemento rebelde; las persecuciones, los destierros, juicios sumarios y fusilamientos fueron la respuesta a esta necesidad, esto desembocó en la desaparición o debilitamiento de muchas organizaciones. Por otra parte, Stolypyn -Ministro del Interior- efectuó una Reforma agraria, orientada a disolver las comunas campesinas y hacerlas leales al zar. Los y las que lograron escapar de Rusia, trataron por todos los medios de reorganizarse para protestar contra la represión que estaban sufriendo sus compañeros y compañeras o para enviar algún tipo de ayuda a quienes se hallaban presas/o; las/os anarquistas por su parte formaron en Paris “La hermandad de Comunistas Libertarios” dirigida por Apollón Karelin; en Londres, la Cruz Roja Anarquista, integrado entre otros por Piotr Kropotkin, Cherkézov, Rudolf Rocker y Alexander Shapiro, en esta misma ciudad la agrupación Jleb i Volia reedita sus panfletos; en Ginebra, el grupo Chornoe Znamia edita el periódico Buntar.

Pareciere que el final del proceso revolucionario de 1905, significó la derrota de las utopías del pueblo ruso y con ello la preponderancia absoluta del régimen explotador; sin embargo, lo que realmente significó 1905 para la rebeldía rusa fue un necesario preámbulo, que arremetió contra la seguridad del “orden” establecido e instó a la humanidad más pobre de aquella parte del mundo a autoorganizarse –los comités obreros y soviets, ya señalados en líneas anteriores, son muestra de esta autonomía organizativa que no fue la creación de algún personaje en particular, ni de ningún partido–, estas organizaciones espontáneas añadidas a las acciones de otras con lineamientos políticos e ideológicos, como las anarquistas y socialistas materializaron el descontento contra el imperio zarista e hicieron que este tiemble.

II
1917 – ENTRE EL FEBRERO REFORMISTA Y UN OCTUBRE EFERVECENTE

Las malas condiciones de vida entre estudiantes, obreros/as y campesinos/as no sufrió cambio alguno y una vez más en medio de esta situación, la imperial Rusia se entrometía en una guerra, en la cual no existía posibilidad alguna de salir victoriosa, y por el contrario rompió con su “debilitada estabilidad” -como ocurrió en 1905-, los agentes desencadenantes se conjugaban entre el descontento popular por la crisis interna y la guerra, una mayor capacidad organizativa popular y el malestar por las pérdidas humanas del ejército ruso. No fueron pocas las personas que buscaron la abdicación de Nicolás II; círculos militares y burgueses proyectaban un golpe de estado, entre algunos nobles trataron de provocar un cambio de régimen tras la muerte de Rasputín (1916), pero el cambio vendría desde otros rumbos. El 22 de febrero en San Petersburgo obreros/as, campesinos/as y madres se levantan espontáneamente, hacia el 24 de febrero alrededor de 200 000 trabajadores se declaran en huelga, se lanzan a las calles contra el zarismo y la guerra, los cosacos no obedecen las ordenes de suprimir a las personas en huelga y se mantienen neutrales, sin embargo, los marineros del Krondstat (Flota del Báltico) se unen a trabajadores y trabajadoras anarquistas de esa región; finalmente –exactamente no siendo este el final, sino el inicio del mismo– “triunfó” el levantamiento. Aunque toda la huelga fue un fenómeno altamente espontáneo –es decir que no necesitó de “vanguardias revolucionarias” que las encabecen– desembocó en la constitución, por un Comité de la Cuarta Duma el 2 de Marzo, de un gobierno provisional liberal encabezado por Kérenski, a esta decisión se añadió la abdicación inmediata de Nicolás Romanov. A pesar de que el levantamiento aterrizó en el lugar menos esperado y soñado, llegó el momento de resurgir las rebeldías innatas y reorganizarlas; la amnistía general hizo que regresaran del exilio muchos y muchas rebeldes, el propio Kropotkin vuelve a Rusia luego de cuarenta años de exilio, del mismo modo los/as liberaron de los campos de trabajo forzado de Siberia. El regreso de muchos/as intelectuales haría que los grupos anarquistas se tornaran diferentes y evolucionaran hacia organizaciones más duraderas.

Los grupos anarquistas resurgieron en Petrogrado, Vyborg, Isla Vasilevski, Putílov, Base Naval de Krondstat; hacia el sur se hallaban –reviviendo la agitación de 1905– en Kíev, Járkov, Odessa, Cuenca del Donets y Ekaterinoslav. A diferencia de 1905, el movimiento anarquista se concentra en las zonas urbanas –sin perder la calidad de movilización en la Rusia rural - así se hace comprensible la instalación de Federaciones anarquistas en ciudades tan importantes como Moscú y Petrogrado. Se formaron unidades anarquistas en Moscú entre panaderos, trabajadores/as de la industria alimentaria y obreros (de industria de metal, cuero, imprentas y ferroviarias) ya organizados desde 1905, para luego originar la Federación de Moscú de tendencia anarcosindicalista. Mientras tanto en Petrogrado se forma una federación anarcocomunista, como medios de difusión formaron su periódico Kommuna –sustituida posteriormente por Svobódnia Kommuna y Burevéstnik– esta Federación proclamaba la expropiación como táctica principal. Por la fuerza contestaria y acciones decisivas que realizaron, es importante mencionar a Krondstat desde donde se formó un órgano de difusión, el periódico Vólnyi Krondstat.


* * * *


El régimen liberal de ningún modo respondía a los intereses del pueblo y es que, como la monarquía zarista, defendía ferozmente la propiedad privada. Muestra de esto es la represión de la que fueron víctimas el sindicato de panaderos de Petrogrado, que junto a una unidad de la milicia popular tomaron la Villa de Durnovó -antigua casa del gobernador general de Moscú durante la Revolución de 1905- que a pesar de ser apoyados por marineros del Krondstat y trabajadores de Vyborg fueron tomados como prisioneros y llevados a los barracones del Regimiento de Preobrazhenski por el Ministro de justicia Perevérzev. Es claro que aquel gobierno no iba acorde con las aspiraciones con las que el pueblo se había levantado meses atrás y en consecuencia se atiborraba cada vez más de opositores, específicamente el movimiento libertario -anarcocomunistas y anarcosindicalistas- y el partido bolchevique.

La acción conjunta de estas dos organizaciones, más la articulación y lucha espontánea e independiente de muchos sectores del pueblo ruso hicieron posible el derrocamiento del gobierno liberal. Pero primero veamos los orígenes de la alianza anarquista-bolchevique. Lenin proclamaba que lo que buscaba básicamente -él y su partido- era la destrucción del estado y todo lo que se hallaba en función de éste, en su Tesis de Abril hacía un llamamiento a la revolución social, iba en contra de cualquier forma de parlamento ruso, decía que la organización de los soviets fuese similar a la de la Comuna de París, reconocía la necesidad de abolir el ejército, la burocracia y la policía, finalmente afirmaba la existencia de igualdad de salarios entre funcionarios y obreros; todo esto lo reafirmaba en setiembre de 1917 donde además, llamaba a campesinos/as y obreros/as a organizarse libremente en comunas y a la expropiación de tierras. Este conjunto de manifestaciones y la omisión en sus discursos de la teoría marxista, hizo que muchos/as anarquistas -en su mayoría anarcosindicalistas- vieran en el partido bolchevique al único grupo radical que deseaba liquidar al estado burgués y por tanto al más indicado compañero para realizar la revolución. Es más muchos marxistas como el veterano Góldenberg dirían que “…Lenin se había convertido en un candidato para un trono europeo que ha permanecido vacante durante treinta años, el trono de Bakunin…”.


* * * *


Antes de la Revolución de octubre, se levantó una insurrección del 3 al 5 de Julio, desde Krondstat se pedía el levantamiento inmediato, pero sufrió gran oposición por parte del comité bolchevique de Petrogrado, quienes a pesar de proclamarse a favor de la revolución no prestaron apoyo alguno. El 3 de julio en la Plaza de Ancora o foro revolucionario de Krondstat se hallaban muchos oradores agitando a la población, entre ellos anarquistas como Efim -antiguo militante de Chórnoe Znamia- representante del soviet local del Krondstat e I.S. Bléijam de la Federación Anarquista de Petrogrado, paralelamente el primer regimiento de artillería se adhería a la revuelta en la capital, con trabajadores, soldados y marineros de Krondstat. El 4 de julio se pedía en la manifestación venganza contra Perevérzev y algunos marineros de Krondstat intentan raptar al ministro de agricultura, Viktor Chérnov -antiguo socialista revolucionario-; al día siguiente la represión fue incesante, pero pasaría poco tiempo para que la insurrección volviera a ver la luz. A fines del mes de agosto, Kornílov intenta efectuar un golpe de estado contra Kérenski, la oposición la encontró en la organización izquierdista, quienes inmediatamente empezaron a armarse en guardias. Fue vital la participación de los comités obreros y soviets -tanto comités de fabrica como soviets fueron organizaciones obreras autónomas sin injerencias partidistas, pero integradas principalmente por militantes libertarios/as, su posterior bolchevización se debe por una parte al no centralismo y sed de apropiación del movimiento anarquista y por otra, al objetivo estatista del partido bolchevique, quizá muy bien escondido hasta la victoria sobre los liberales-; la radicalidad de su acción se resume en el hecho -que Lenin también reconociera- de que estos movimientos de base estaban más a la izquierda que los mismos partidos izquierdistas, esto posibilitado por su acercamiento a la concepción libertaria, específicamente al Anarcosindicalismo. La revolución de octubre -entonces- radica en la actividad básica de los comités de fábrica y soviets, añadidos por el movimiento anarquista y el partido bolchevique, uno creyendo en la revolución y otro en el control estatal.

III
1918 – 1921: EL ESTADO BOLCHEVIQUE Y LA REVOLUCIÓN EN LAS UTOPÍAS NEGRAS

Si bien es cierto anarquistas y bolcheviques convergieron en el derrocamiento del gobierno burgués, vieronse luego enfrentados. Desde la victoria de la revolución -acaso con existencia momentánea- Lenin y el partido bolchevique se encargaron primordialmente de dos cuestiones: 1) el control estatal sobre los comités obreros y 2) centralizar las industrias. En referencia al control estatal sobre los comités obreros, era ya advertido por muchos/as integrantes del movimiento libertario como lo Hizo Petrovski quien señalaba que el partido bolchevique tenía como fin “…engullir a los comités de fabrica y convertir el control obrero en control estatal…” , es más Lenin -como lo menciona Paul Avrich- reconocía muy bien el papel que los comités podían desempeñar en la lucha de su partido por la conquista del poder político ; a fin de cuentas el asunto no era confiscar la propiedad capitalista a favor de campesinos/as y obrero/as, sino establecer un rígido control estatal. Sobre la segunda cuestión -es clara la intención bolchevique- se crea el primero de diciembre el Consejo Supremo de la Economía Nacional, que absorbe al Consejo Pan-Ruso de Control obrero, desembocando en el control centralista de todas las fábricas. Esto se llevó a cabo a pesar de la defensa que se dio a los comités de fábrica, por parte de muchos/as libertarios como Maksímov, en el I Congreso Pan-Ruso de Sindicatos (7-14 de junio de 1918). Pero ¿por qué todo este proceso de aniquilamiento a los comités obreros y soviets autónomos?, la única respuesta infranqueable es que para cimentar la alardeada “Dictadura del proletariado” era imprescindible terminar con la libertad y capacidad destructora de la base obrera, de ahí la consigna de la disciplina férrea; por supuesto que los bolcheviques supieron aprovechar anteriormente esta libertad y capacidad destructora, pero cuando la revolución ya se había asegurado se imponía “…dejar de lado las fuerzas de la destrucción por las de centralización y el orden…” . Entre los agravios -contra el pueblo ruso y la revolución misma- de los bolcheviques se puede mencionar: 1) la creación del Consejo de Comisarios del Pueblo (Sovnarkom); 2) declaración de los derechos de los pueblos rusos (permitía la instauración de pequeños estados); 3) la formación de la Checka; 4) Estatizaciones de bancos y la tierra; 5) Sometimiento de los comités de fabrica; 6) Imposición de una comisarocracia.

Para la primavera de 1918, la mayoría de los/as anarquistas estaban desilusionados de Lenin, esto llevó a una ruptura total con los bolcheviques, que por su parte captaban la necesidad de suprimir a sus antiguos aliados, quienes ya, eran un estorbo nada necesario para el nuevo régimen que impondrían.


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El movimiento anarquista inicia un proceso de reorganización con miras a la defensa de la revolución, realizaron dos Conferencias Pan-Rusas en Moscú y una Conferencia Pan-Rusa del Anarco-comunismo. La Federación de Moscú confiscó el Club Mercantil, rebautizado como Casa de la Anarquía integrada entre otros/as por Apollón Andréevich, Alekséi Bovoi,Vladimir Bármash, German Askarov, Lev Chórnyi -secretario de la Federación- y los hermanos Gordin - impulsadores del Pan Anarquismo que se oponía al estado, capitalismo, colonialismo, escuela y la familia, poniendo en contraposición una sociedad sin estado, al comunismo, universalismo, el gineantropismo y el pedismo- y formaron las Guardias negras. En la Conferencia Pan-Rusa de Moscú se elabora una plataforma con los puntos siguientes: 1) Abolición del Sovnarkom, reemplazado por una federación de soviets libres, elegidos directamente; 2) Llamamiento a armar a obreros/as y campesinos/as en sustitución del ejercito; 3) Repartición equitativa de la tierra y la formación gradual de comunas campesinas autónomas; 4) Cese de requisas de grano por el estado y la distribución de alimentos en manos de organizaciones obreros-campesinas; 5) Fin a la dictadura política y al capitalismo de estado.

La oposición anarquista tuvo un viraje más radical después de la firma del tratado de Brest-Litovsk, ratificado el 14 de Marzo en el Cuarto Congreso de los Soviets. A esto se agrega los planes anti libertarios -ya mencionados- por los bolcheviques que con el pretexto del robo de un auto al Coronel Raymond Robins de la Cruz Roja Americana (9 de abril) da inicio hacia el 11 y 12 de abril, con destacamentos armados de la Cheka, al asalto de 26 centros anarquistas de la capital, los cuales ofrecieron resistencia en el Monasterio Donskói y en la misma Casa de la Anarquía; dejando a doce agentes de la Cheka muertos, cuarenta anarquistas entre muertos y heridos y a más de quinientos prisioneros/as. Luego de esta masacre, en Petrogrado, el diario Burevéstnik diría “…Sois unos Caines que asesináis a vuestros hermanos. Unos Judas, unos traidores. Lenin ha levantado su trono de octubre sobre nuestras costillas y ahora pretende conseguir un momento de respiro sobre nuestros cadáveres, sobre los cadáveres de los anarquistas…” ; en respuesta y defensa de su poder, el estado bolchevique organiza una serie de contraataques; dándose inicio en Petrogrado, cerraron Burevéstnik, Golos Trudá, entre otros periódicos anarquistas. El terrorismo contra la dictadura se inicia poco después de estos hechos y de la firma del tratado, no sólo hecho por anarquistas, sino también por eseritas y socialistas revolucionarios/as, de tal modo que uno de los ataques casi mortales contra Lenin fue perpetrado por Fanya Kaplán (Dora), socialista revolucionaria quien refería que “…quería acabar con Lenin, antes de éste acábese con la revolución…” . Las acciones anarquistas se radicalizan -en similitud a 1905- al sur de Rusia, en ciudades como Róstov, Ekaterinoslav y Briansk, donde tomaron las cárceles y liberaron a presos/as. Lev Chórnyi participa en la organización de un grupo clandestino y posteriormente en 1919 se une a Anarquistas Clandestinos, fundada por Kazimir Kovalévich -miembro del Sindicato de Ferroviarios de Moscú- y Piotr Sóbolev -anarquista ucraniano-; a finales de ese año editan el panfleto Anárjiia -distinto a la de la Federación de Moscú-, también se forman los Destacamentos de Combate Anarquista contra bolcheviques, rusos blancos, nacionalistas ucranianos y tropas alemanas como el Destacamento guerrillero del Mar Negro en Simferópol y el Destacamento M.A. Bakunin en Ekaterinoslav.

En las zonas fronterizas surge el Nabat o Confederación de Organizaciones Anarquistas ubicado en Járkov con secciones en Kíev, Odessa, Ekaterinoslav y otras ciudades de Ucrania, entre sus representantes se hallaban Arón Barón, Piotr Arshínov, Nikolai Dolenko y Olga Taratuta; los representantes del Movimiento juvenil fueron Senia Fleshin, Mark Mráchnyi y Grigori Gorélik (Anatolii). El 25 de setiembre socialistas revolucionarios de izquierda y anarquistas dinamitan el Cuartel General del Comité de Moscú del Partido Comunista en el callejón de Leontiev mientras había una sesión plenaria, desde este momento las detenciones se multiplicarían aún más y en consecuencia los Tribunales Sumarios, que no se diferenciaban mucho de los verdugos de Stolypin de 1905.


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Mientras el gobierno bolchevique reprimía las fuerzas libertarias, en el sur de Rusia -exactamente en la zona de Ucrania- se levantó la Makhnovtchina, espacio donde el anarco comunismo pudo concretizarse en las formas de vida de este pueblo; alentado por la búsqueda natural de libertad por parte del campesinado ruso -mayoritaria en esta zona- y el trabajo arduo de muchos/as libertarios/as, entre ellos/as Néstor Ivánovich Makhnov. Fue desde aquí donde se dio fuerte lucha a el ejército alemán, hetmanitas austriacos y petliuristas, que luego de firmado el tratado Brest-.Litovsk invadieron territorio ucraniano; en setiembre de 1918 triunfan sobre la milicia del hetman Skoropadskii en la aldea de Dibrivki y en diciembre retiran a las tropas petliuristas de Ekaterinoslav.

Desde 1919 (Enero, Febrero, Abril) se llevan a cabo Congresos regionales de campesinos/as, obreros/as e insurgentes para tratar cuestiones económicas, militares y de reconstrucción, como resultado se forma el Ejército Insurgente de Ucrania, liderado por Makhnov y supervisado por un Congreso Regional; se editó el periódico Putk Svobobe (El camino de la libertad) y se prestó ayuda con alimentos a los/as obreros/as insurgentes de Petrogrado y Moscú.

Retirados los invasores extranjeros, quedaba dentro de Rusia el Ejército Blanco del general Denikin, por ello el Gobierno bolchevique pacta una primera alianza con el Ejército Insurgente de Ucrania; por medio del cual, éste ultimo se convierte en una división del Ejército Rojo, al mando del Supremo Bolchevique, pero manteniendo a sus propios oficiales, estructura interna, nombre y bandera negra. Pese a esta alianza, el Congreso del mes de Abril fue considerado como una reunión contrarrevolucionaria por Dybenko -jefe del Ejército Rojo de Dniéper-, así mismo el 4 de junio Trotski decretó la prohibición de cualquier congreso y puso fuera de la ley a Makhnov, acusación a la que él replicó “…¿Qué derecho tiene usted de llamar contra revolucionaria a una gente que ha roto las cadenas de la esclavitud y que quiere forjar su propia vida a su manera?, ¿acaso las masas populares van a permanecer calladas mientras los revolucionarios terminan con la libertad que ellas han conquistado?...” . Debido al peligro que representaba el avance del Ejército Blanco, se hacen dos alianzas más entre el Ejército Rojo y el Ejército Insurgente. En la segunda alianza se consiguió liberar a Ekaterinoslav y Aleksandrovsk. Por la tercera alianza se forma una división semiautónoma bajo la dirección bolchevique, sin embargo después de un mes, cuando dieron cuenta de la gran ventaja que se había conseguido sobre el Ejército Blanco, los dirigentes soviéticos abandonaron todos los acuerdos hechos con Makhnov -en consecuencia el ejército que lideraba- y se rompen los lazos definitivamente el 15 de junio, mientras en la Makhnovtchina organizaban el tercer y cuarto Congreso Regional. Aún así la Makhnovtchina siguió con la formación de comunas anarquistas, la primera de las cuales nombraron Rosa Luxemburgo, basadas en las propuestas Kropotkinianas de la Ayuda mutua y con una educación inspirada en la Escuela Moderna de Ferrer i Guardia. Roto todo lazo no vieron -los bolcheviques- la necesidad de dejar creciendo a la Makhnovtchina, porque ésta -por sus propuestas y formas de vida libertaria- representaban un peligro latente para la dictadura establecida. El 25 de noviembre de 1920 se captura y ejecuta a jefes del ejército de Makhnov en Crimea, al día siguiente Trotski ordenaba atacar el cuartel general de Guliái Pole -ciudad natal de Néstor Makhnov- en el cual la Cheka detuvo a varios/as miembros/as de la Confederación Nabat en Járkov y se desató la persecución contra toda organización anarquista. En 1921 se prohibía la circulación de textos de Pelloutier, Bakunin y Kropotkin; en este mismo año el Krondstat -con gran influencia anarquista- se levantaba en armas pidiendo la restauración del control obrero, fin del trabajo obligatorio y la desaparición del Ejército Rojo por grupos guerrilleros autónomos; la respuesta del poder soviético a este levantamiento fue rotunda, luego del décimo Congreso del Partido Bolchevique -viendo la envergadura del levantamiento de Krondstat- se radicalizó la persecución hacia los/as anarquistas; cercaron a muchos/as de ellos/as en Petrogrado, Moscú, Kíev, Járkov, Ekaterinoslav y Odessa, donde toman como prisioneros entre otros/as a Maksímov, Volin, Mark Mráchnyi, Iarchuk, Olga Taratuta, Senia Fleshin y Anatolii Gorélik; aún los/as anarquistas pacifistas fueron encarcelados/as o muertos/as por su oposición a prestar apoyo en el Ejército Rojo. Fueron llevados/as a Butyrki, Taganka o a los campos de concentración cerca a Arjángelsk (zona helada del norte) ahí morían a causa del frío, la mala alimentación, las enfermedades -generalmente el escorbuto- y el agotamiento por los trabajos forzados.

Mientras tanto la muerte de Kropotkin (8 de febrero de 1921) remeció a todo el movimiento libertario, para el día de su funeral el gobierno -¿acaso por remordimiento?- dio permiso por un día a muchas/os presas/os anarquistas para que asistieran; la imagen es clara o mejor aún, negra, con las calles atiborradas de banderas anarquistas, de consignas por la libertad y resonante el himno anarquista a la muerte que cantaran los presos de Butyrky, así como el discurso de Emma Goldman -desilusionada de los rumbos que tomara la revolución- y multitudinaria como las flores con las que se llenaron su tumba; muy diferente a la tumba en la que había caído la Revolución de Octubre, bien resumida en las palabras de Aleksander Berkman “…El terror y el despotismo han acabado con la vida que nació en octubre. Todas las consignas de la revolución han sido abandonadas, sus ideales se han esfumado en la sangre del pueblo. El respiro que se nos pedía ayer está llevando a millones de compatriotas a la muerte; todo el país está ensombrecido por un palio negro. La dictadura aplasta a las masas. La revolución está muerta su espíritu aúlla por la estepa…” .

PALABRAS FINALES:

¿Cuándo terminó la revolución rusa?, ¿alguna fecha, algún horario? definitivamente no. Pero existe una causa, es decir una razón: cuando la sed de poder -autoritario, explotador y centralista- sustituye a la sed de libertad, cualquier revolución está muerta.